lunes, 5 de julio de 2021

"La casa de tinta"


    
Un día azul me llegó un mensaje en blanco y negro donde aparecía impreso que un taller en la Casa de Tinta. Me gustó la oportunidad de adentrarme tras aquellas puertas, que cruzaba a menudo en busca de historias, viajes a lugares exóticos, donde era posible trasladarse en el tiempo y a otras épocas. En la que hallar ejemplares de evasión de la rutina para transformarse en otros, coetáneos o antecesores, que ofrecían su legado por suerte de las invenciones. 

     La Casa de Tinta era un santuario en el que adorar al saber y a la búsqueda perpetua del ser humano. Un oráculo de Delfos. Una inscripción en el templo de Apolo que nos insta: “Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Conócete a ti mismo”. 

     La Casa de Tinta era un lugar donde te enseñaban al mirar y admirar todo lo que nos rodea. A atrapar la libertad de vivir en presente, soltando el lastre del pasado y las expectativas con las que nos engaña el futuro. El don mágico de la creación poética y literaria. La maravilla de poder reconocernos y recrearnos también en la interpretación y del mundo que tienen otros seres sintientes. Es urgente aprender a mirarnos en todos los espejos. Aceptar que para ser mariposa, primero debemos ser oruga. Que una luciérnaga antes de iluminar, se arrastra. En la Casa de Tinta el tiempo no se mide en segundos, sino en latidos. Los relojes son allí unos incomprendidos. El corazón manda. Dejándose llevar por él, uno escribe lo que está llamado a ser. Y aparca la mente y sus desvaríos. Y comienza uno a recordar, que es traer a la memoria algo percibido, pasándolo antes por el corazón. Entonces caemos en la cuenta del niño que fuimos y que hemos olvidado, tal vez castigado en el cuarto oscuro de los miedos a ser... 

     En la Casa de Tinta surgen nítidas las vivencias de los diarios que escribimos en la infancia con letras invisibles. La tinta y su negro de humo se convierte en la luz que tienen los poetas, que ilumina las sombras más ocultas de nuestros recovecos. Como Tagore, que acertó al escribir que “La poesía es el eco de la melodía del Universo en el corazón de los humanos”. Sin duda el Universo siempre conoce qué es lo mejor para nosotros. También sabe de nuestra chispa de divinidad creadora. Si no existiese la Casa de Tinta no tendríamos raíces con las que agarrarnos, ni ramas para expandirnos… Agradezcamos los legados de la cultura, pero seamos civilización. Ahora más que nunca, sabemos que todos estamos conectados. Se trata de subir la vibración en el Amor. La naturaleza y su ciclo es el ejemplo. Volvamos a sentirla. Perseguir la belleza, debería ser primordial.

     Las palabras siempre deberían ser las correctas. Trabajo de orfebre debería ser combinarlas. Nuestras huellas dactilares son similares a los anillos que datan la vida de un árbol, y encajar las piezas para que el amor y el alma superen al miedo y los egos, en la búsqueda nacarada y eterna de lo sublime, sería como crear fina taracea. 

     En la Casa de Tinta he aprendido a mirar aún más allá de cómo venía haciéndolo. He encontrado almas que perciben una realidad y un mundo onírico parecido al mío. He constatado que nadie tiene la llave que cierre para siempre la Caja de Pandora, ni el billete de tren con destino a la felicidad, ni la pluma que escriba la verdad absoluta. Nadie, salvo nosotros mismos. En la Casa de Tinta podría vivir por una eternidad.
 
    Descubramos a través de cada autor, su particular Casa de Tinta para construir con buena letra y voz propia, la nuestra.
 


 

lunes, 2 de noviembre de 2020

"Veintiún gramos"

 

A veces nos vamos de improviso

Sin esperarlo, y sorprendidos,

Sin estar preparados para ello.

Es cuando más cuesta aceptarlo.

 

Otras veces,

tenemos demasiado tiempo

Para hacernos a la idea

de que nos estamos yendo.

 

Lo vamos meditando,..

Soltando, poco a poco, vuestras caricias.

Pensando en cómo será, a partir de ahora,

una vida incorpórea.

 

A veces, nos vamos olvidando

De nosotros mismos

Abandonándonos, 

en el rincón de un sillón,

De soledad y de abismos.

 

Sólo regresamos en ocasiones puntuales,

Cuando los recuerdos se conectan al presente,

O vosotros nos besáis,

Devolviéndonos al cariño que dimos.


A veces, nos vamos perdidos

en las tinieblas de la noche oscura,

sin querernos, sin entender

qué nos está sucediendo.


Y saltamos sobre el acantilado

soñando alcanzar la serenidad

de un mar en calma,

que ahora es tempestad.


A veces, nos dicen el tiempo que nos queda,

Y el que lo cree, lo crea.

Haciéndonos enfrentar a la mas temida,

Despedida de todo lo que conocemos.

 

A veces, sabemos de antemano,

Que debemos irnos presto,

A un lugar desconocido para nosotros,

Del que nunca hemos querido saber nada.

 

Nos aferramos a vosotros,

Aunque seáis clavo ardiendo.

Con todas las fuerzas que nos restan

Mientras sujetáis la cuerda que nos une.

 

A veces, muchas, sentimos miedo.

Pero al llegar aquí, encontramos paz.

Amigos, familiares, que ya trascendieron.

Os decimos: 

No hay temor que merezca tal desasosiego.

 

A veces os aferráis demasiado a nosotros,

Sufriendo en demasía y recíproco dolor.

Cada cual tiene su tiempo y su hora.

Dejadnos ir,  con una ráfaga de viento y amor.

 

Nos gustaría haceros entender

Que cada cual debe tiene su propia senda,

Que no nos gustan vuestras lágrimas eternas

Que nuestro mayor deseo es veros sonreír.

 

Que las flores, siguen en el jardín.

Que la cera que arde, nos indica el camino.

Que los altares, nos aferran a los hogares

Que ya no podemos, ni queremos, compartir.

 

A veces, al principio, nos intentamos comunicar.

Cuando nos cuesta partir de vuestro lado.

Habréis notado nuestros impulsos eléctricos

y cómo cambiamos los colores del atardecer.


El amanecer nos inunda de luz

tanto como debería  sorprenderos a vosotros.

Intentamos llegaros con mensajes 

encriptados en canciones radiadas sin casualidad.


A veces os acariciamos mientras dormís.

Os llamamos en vuestros sueños,

donde no existe el tiempo, ni el espacio,

ni el reino de los vivos, ni el de Hades.


A veces nos vamos, sin despedirnos.

Casi siempre, vosotros queréis hacerlo.

No es un adiós, es un hasta luego.

Todos llegamos, todos llegaremos.


La vida es cambiante, ya sabéis.

Nada es tal y como creéis.

El fin es el principio,

Lo sabréis al llegar.

El cuerpo, belleza decadente,

Con el que nos presentamos al mundo.

El alma, energía inmortal,  

que brilla en los ojos, esencialmente.

Sabed, que pesa 21 gramos.



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lunes, 20 de marzo de 2017

San José era un homenaje a mi abuelo, José María Martínez Lapaz. Puebla de Don Fadrique (Granada) 1909- Ibídem, 1997.


San José era en mi niñez el día del padre, el cumpleaños de mi abuelo, su santo y una ermita encalada en las afueras de mi pueblo. Era también la onomástica de mis tíos y de mi hermano, que lleva los nombres de los dos abuelos, José Fidel. Era un día de perfume a miel, manto de flor de almendro y luz reverberando en cada pétalo. Era un día de celebración en la casa de mis abuelos, con la comida que con tanto cariño preparaba mi dicharachera y querida abuela, los balcones con vistas a cada evento de la iglesia y a la cuesta por la que solían bajar balones en las tardes de verano y tormenta. Era un encuentro con las historias de la guerra civil que contaba mi abuelo, que había sido carabinero en el frente, pero que, siendo precavido, no contó más que anécdotas, como un accidente de un soldado al que se le había disparado el fusil al disponerse a descansar como todos, y cuya bala fue a atravesar el pie de otro que estaba tumbado a sus pies. O tal vez sea que yo ahora no lo recuerdo.

Mi abuelo José María siempre fue, de alguna manera, mi luz guía. Nació un 19 de marzo de 1909. Tenía ya un hermano llamado José, pero al nacer en un día tan señalado, no les pareció adecuado a sus padres dejar de bautizarle con el santo del día, tal y como era costumbre por entonces. Era una anécdota graciosa: un Pepé y un José. Tenía además, por orden de nacimiento, otros hermanos que eran Eusebio, Paca, Florencia y Carmen. Después, su tocayo y por último él. Era alto, delgado, poseía una mirada noble, de grandes ojos almendrados y de niño le imagino inquieto, tanto física como intelectualmente. Trabajó ayudando en la carnicería de su padre y cuidando también los rebaños. El servicio militar lo hizo en Santander.

Cuando estalló la Guerra Civil se fue voluntario al frente. Siempre pensé que una de dos, o era demasiado valiente defendiendo sus convicciones o quería volver a salir del pueblo para ver mundo y vivir experiencias nuevas que contar a los nietos. Tal vez fueron ambas cosas: el riesgo que corrió fue demasiado. Estuvo tres años en Madrid, los que duró la guerra incivil. Allí coincidió con mi abuelo paterno, Fidel. ¡Sabe Dios qué vivencias compartieron! Se hicieron amigos y más tarde, el amor de sus hijos les hizo consuegros. Si ambos no hubiesen vuelto sanos y salvos, yo no estaría aquí.

Mi abuela Dora contaba que una tarde estando ella jugando con las amigas, vio pasar un apuesto soldado y todas las niñas se quedaron embobadas mirándole, porque la verdad es que era bastante apuesto. Ella soñó aquel día y despierta, casarse con él y se cumplió, tal y como decía el refrán que ella misma, con sorna, se adjudicaba: “¡Fea! Un buen mozo me desea”. Mi abuela era tan bonica…

            De mi abuelo siempre me sorprendió su manera de comportarse y su forma de expresarse. No era normal, para alguien que no tuvo la ocasión de viajar demasiado, realizar el bachiller o acceder a estudios universitarios. Su conducta era muy refinada y su vocabulario exquisito y amplio. Un día le pregunté por qué sabía tanto y me contestó: “He leído mucho”. De joven, leía debajo de un árbol mientras el rebaño pastaba. No era un pastor a la vieja usanza. Aprendí entonces que también hay pastores cultos. Leía todo lo que caía en sus manos durante la larga mili. Leía el diario El Pueblo, libros que le pasaban durante la interminable contienda, cartas dirigidas a los soldados que no sabían leer... Leía, a su vuelta, después de una larga jornada de trabajo como guarda, algún libro que había pedido prestado de la librería de los señoritos para los que trabajaba.

            Hoy recuerdo las charlas sobre lecturas, política (era un tema que le apasionaba) y sobre sus vivencias en Madrid. Con el tiempo yo también residí en esta ciudad y siempre quise volver a recorrer aquellas calles señoriales, la ciudad de los Austrias, el Palacio Real...,  de su brazo. Lugares, que aún siendo octogenario, recordaba perfectamente, nombre y ubicación, como si hubiese grabado en su memoria el callejero de la capital por la que luchó y cuya libertad, perdió.

Tocó volver y dando gracias, a su pueblo natal, casarse por la iglesia con mi abuela, Adoración Morenilla Galera. Formar una familia de cuatro hijos, tres chicas y un chico, de los cuales mi madre fue la primogénita y ser un hombre tranquilo y coherente, como siempre había sido. Mi abuelo era muy trabajador y por eso, respetado por todos y muy querido. Laborar y compartir la vivienda, en la casa de los González-Olivares, en el cortijo de Reolid... Subir en bicicleta por una caja de Nivea para la señorita. Seguir siendo educado, cabal y ahora servicial. Soñar que algún día todo aquello pudiese cambiar. Siempre se adaptó a las circunstancias que le habían tocado en la suerte del destino. Pintó de optimismo los oscuros años de la dictadura franquista. Vivir la muerte del Caudillo, la democracia, votar al partido obrero. Conducir su moto, jubilarse, jugar al dominó, tener nietos,  jugar a las cartas con ellos, celebrar que una de ellas un día llegó a la Universidad a la que él nunca pudo asistir. Después pisaron las aulas algunos más. Dar la bienvenida a quince nietos, de los cuales yo soy la segunda.  Decir orgulloso que algunos de ellos eran ingenieros, otros trabajadores, pero todos buenas personas con su ejemplo. Como decía Gloria Fuertes con gran acierto: "Lo primero la bondad, lo segundo el talento. Y aquí, se acaba el cuento". Sonreír a la vida con la calma del guerrero. Hacernos reír con su humor irónico. Envejecer junto a su esposa, en una casa en la que no se escuchaba una voz más alta que otra. Repartir su legado. Conocer a su biznieto cuando su energía se estaba apagando.

Ahora recuerdo con nostalgia cada momento compartido. Siento no haber escrito al detalle cada retazo de  su historia. Siempre hay tiempo de hilvanar los recuerdos indagando en la memoria. Su siglo fue el pasado. Su ejemplo es mi sustento. Ahora hay una gran crisis de valores. Ahora el desencanto nos ha cambiado. Pensándolo bien, no sé en estos tiempos a quien habría votado...


Recorrí de su brazo las calles de Granada, las calles de su pueblo, que era el mío también. Pero nunca paseamos por el callejero de las vivencias que más le marcaron. Me dejó una huella imborrable. Por él y por mi padre soy lectora empedernida. Además, soy crítica y pretendo ser libre, y ésto es algo que heredé de él.  Se despidió de todos nosotros con ochenta y siete años. Yo hacía un año que había sido madre. Nunca le he dejado ir.  Se me apareció su paz en sueños. Y aunque visitó otras ciudades, quiso despedirse en su ansia de libertad, de Madrid, al cielo.


viernes, 25 de noviembre de 2016

"El amor es libre. Hombre, venera a la mujer. No más violencia en nombre del amor"

Soy mujer.
He llegado al mundo igual que tú, hombre.
Pero tanto mujeres como hombres me lo han puesto difícil.

Me vistieron de rosa por ser niña y a ti de azul. Me pusieron lacitos sin pedirlo. Me creyeron frágil y delicada y a ti fuerte. Me dijeron que tenía que jugar con muñecas y a ti te lo prohibieron. Me dijeron zorra mientras que a ti te decían ligón.

Te dijeron que eras una niña si llorabas. Te obligaron a que te quitases el delantal porque había hermanas para fregar los platos. Te permitieron que descansases en el sofá después de comer, porque las mujeres de la casa recogían. Te dijeron que te las llevabas a todas de calle, mientras a mí me decían puta.

Te dijeron soltero de oro, mientras a mí me llamaban solterona. Tú no habías encontrado alguien a tu altura, mientras que a mí se me pasaba el arroz y me quedaba para vestir santos. Me asombró que otras mujeres me dijeran que las mujeres engatusan a los hombres para “pillarlos” y casarse con ellos.  Yo tenía hecho mi futuro, no dependía de ti. Solo quería compartir mi tiempo contigo. Me etiquetaron de buscona igualmente. Nadie habló de amor. Me dijeron que tenía que cuidar de tus padres, de los míos, de los niños, porque si los llevaba a guardería no los quería,  y trabajar dentro y fuera de casa. Tú siempre eras el bueno ante los ojos de los demás, mujeres u hombres, todos con exigencias desmesuradas y prejuicios peyorativos sobre la mujer. Siempre humillándolas, faltándoles el respeto, infravalorándolas como personas. Esta sociedad que ahora condena la violencia machista, la ha estado alimentando durante muchos años. No sólo hay que condenar estos actos, sino que hay que modificar todos estos comportamientos desigualitarios.

Escuchaste tantas veces en boca, tal vez de tu propia madre, de la mía, que una mujer debe obediencia a su hombre, que me atases corto. Escuchaste  tantas veces de otros hombres “si a mí me deja mi mujer la mato”, que creíste que una persona es un objeto, que pasa a ser de tu propiedad, “Mía o de nadie”.

 Y sí, lo hiciste, la degollaste con un cuchillo y luego llamaste a su madre. No se puede ser más cruel. Quemaste vivos a tus hijos para hacerla sufrir. No se puede ser más inhumano. Le rebanaste el cuello ante la mirada de vuestros dos hijos pequeños, no se puede ser más vil. La violásteis en grupo  porque os divertía, y ella fue quien tuvo la culpa, porque iba provocando con su belleza y su risa ebria. ¡Atajo de cobardes! Mucho peor que los animales. Ni punto de comparación. No sois hombres. Un hombre venera a la mujer.

No soy tuya. No soy de mis padres. No soy tu novia, ni tu churri, ni tu mujer. No soy de, ni me debo a nadie. Soy de mi tiempo, de la tierra, del sol, del mar y del aire… Soy yo. Una persona irremplazable. Tengo mi propia personalidad, me visto como me apetece, me pinto las uñas o pongo minifalda. Tengo amigas, amigos, tengo derecho a tener mi propio círculo,  mi propia identidad. Tengo derecho a la libertad. Lee la Carta de los Derechos Humanos, lee la Constitución Española. ¿Acaso no lees? Me ampara la ley.  No voy provocándote por la calle, me arreglo para mí misma. El amor no duele, no limita. El amor es un sentimiento muy grande.

Hombre. No puedes hacer que nadie te ame, ni obligar a que permanezca a tu lado. Respeta a tu ex. Si hay hijos de por medio, no los uséis como arma arrojadiza. Ellos os quieren a ambos y como adultos que sois, debéis dar ejemplo de saber estar y tener buena relación. No es para siempre el amor, pero sí la educación.

Mujer, no debes quedarte junto a él si te insulta, si te maltrata física o sicológicamente. Si no te deja ser tú misma, tengas la edad que tengas, no lo consientas. Todos hemos venido a este mundo a ser felices y a amar y ser amados sin temor ni remordimientos. Nacemos solos, moriremos solos. En el camino nos vamos encontrando con almas gemelas, amantes, compañeros, compañeras, da igual la relación que decidas, hombre o mujer, nadie debería elegir por ti. Todo ésto se aplica al sexo contrario, porque la violencia no se justifica en ningún caso, pero en las estadísticas, las mujeres salen perdiendo vidas...

Nos damos la mano por un tiempo, o mientras dure el amor, con las personas que amamos, pero no te creas peor si no lo haces, o no has encontrado a alguien con quien compartir la vida.  Hay muchas maneras de realizarse como persona. Encontrar pareja no es el principal objetivo vital. Tampoco ser padres. Tener hijos es una decisión muy importante, es revivir con ellos cada etapa pasada,  pero también es la tarea más complicada con la que nos encontraremos a lo largo de nuestra vida. No existe el ideal de “familia feliz”. Sólo hay instantes felices, momentos que perduran. No uses vocabulario machista, no menosprecies a otra mujer. La vida es demasiado complicada y ya nos lo han puesto bastante difícil. No vendas tu libertad por un amor que no lo sea en mayúscula. Olvida el refrán “Quien bien te quiere te hace llorar”. Quien bien te quiere te hace dichosa, dichoso, te hace que crezcas como persona. Te deja tu espacio propio. Te eleva para llegar a ser la mejor versión de ti misma. Quiérete mujer, para que te quieran. Siempre encontrarás a alguien que te merezca. Quiérete, para seguir viviendo. Llámame si estás en problemas:  0116 


martes, 8 de marzo de 2016

"Soy la mujer de mi vida, no vuelvas a equivocarte"


     Hace unos días una frase apareció para mi asombro en mi WhatsApp y aún no sé a quién iba dirigida. Para una servidora, que hace guiños a la poesía y a la literatura, es una frase incómoda, inoportuna, como esos vecinos que vienen a tu casa a husmear, o esas personas que se acercan a ti con lanzas, picas de palabras, en vez de caricias al alma. Nacemos desnudos, sin armadura. Me cuesta entender por qué a veces, en mi relación con los demás, echo en falta una coraza.

     Vivimos tiempos en los que estamos demasiado expuestos en los escaparates virtuales, en los que chateamos en vez de mirarnos a los ojos, en los que enviamos mensajes por error (a mí me ha pasado en más de una ocasión). Tiempos de impulsos, de malentendidos. Después te ríes. Es por eso que esta frase, dirigida a una mujer, se me ha atragantado, y llevo unos días masticándola, intentando digerirla, pero es imposible, no me voy a tragar esta frase tan insípida: voy a vomitarla. ¡Hecho!

    Una vez que la tengo delante, la voy a diseccionar:

NO, adverbio de negación.
ERES, tercera persona del singular del verbo Ser.
LA, artículo determinado femenino singular.
MUJER, sustantivo femenino. Persona del sexo femenino.
DE, preposición. Denota posesión o pertenencia.
MI, adjetivo posesivo.
VIDA, sustantivo femenino. Fuerza o actividad esencial mediante la que obra el ser que la posee.

   Esta es una oración afirmativa, negativa; no me podéis negar que es difícil de leer para una que admira a los poetas del romanticismo. Todo tiene su sentido, si esta frase tenía que llegar a mí, es por algo, tal vez para meditar sobre ella. Tal vez para escribir sobre mis reflexiones en el Día de la Mujer, este ocho de marzo. Yo nunca he querido ser la mujer de la vida de nadie. Imagino que, a muchas de vosotras, las mujeres de mi generación y anteriores, al igual que a mí, os habrán educado para serlo. Y habréis escuchado esas frases de: "Las niñas con las niñas, los niños con los niños". "Compórtate como una mujercita", "Tienes que hacerte un ajuar", "Como te tardes, te vas a quedar para vestir santos", "¿Cuándo te casas? Ya es hora, ¿no?", "Arréglate y ponte guapa, que...¿quién te va a querer así?" Pues yo misma, fíjate tú. Nos pasamos los primeros años de nuestra vida recibiendo mensajes que supuestamente nos preparan para la llegada de él: EL HOMBRE... ¿el hombre de nuestra vida?

    Yo siempre lo he tenido claro: no soy la mujer de tu vida. Pero tampoco quiero serlo, ni de tu vida, ni de la de nadie. Nunca ha sido ese mi objetivo. Yo quiero ser hija, hermana, amiga, compañera, madre, amante... Quiero ser pasión, aire, árbol, melodía, sentimiento, poesía, arte... Soy la mujer de mi propia vida y me ha costado mucho llegar hasta aquí. He tenido que meditar mucho, mascullar muchas frases como ésta, decapar todas las capas de pintura de color rosa chicle y de la marca "MUJER", con las que se me ha embadurnado desde niña. Es una tarea ardua, aún sigo haciéndolo. Se me ha impuesto la ropa que debía llevar, cómo debía comportarme, las tareas que podía hacer, las que no, los sentimientos que podía permitirme o no sentir... Ha sido un camino difícil, muy difícil. No he tenido libertad de elección, la he tenido que pelear con uñas y dientes. Y conocerme, y asegurarme, y mirarme frente al espejo muchas veces, y decirme: soy una mujer, pero ante todo soy una persona, única y especial, diferente a cualquier otra que habita en el mundo, pero valiosa como todas. Tengo derechos iguales a las demás mujeres, iguales a los demás hombres. Merezco un respeto como persona. Tal vez tú has tenido la suerte de no tener que luchar contra los estereotipos de mujer para definirte, para reconstruirte cada día. Eres hombre. Tal vez para ti ha sido más fácil, tal vez no... No puedo juzgar lo que ha sentido tu piel, sólo hablo por la mía, que a día de hoy, tras mucho decapante antiprejuicios, etiquetas y normas impuestas, ya comienza a respirar creyéndose un poquito más libre...

    Escribo en verso los vericuetos de la prosa de la vida, sí. Soy una romántica empedernida. Pero eso no quiere decir que una frase como esta me vaya a devaluar como persona, como mujer. Encontrar la maravillosa percepción del amor en una sola persona, sería perderse todas las variantes de amor y cariño que te ofrecen los demás. Si en realidad piensas así, tal vez esta frase debería ser afirmativa e ir dirigida a la persona correcta. Tal vez fue escrita sin pensar, porque si lo meditas unos minutos, caerás en la cuenta de que no hay una sola mujer en tu vida, porque tú, al igual que yo, naciste de una mujer.

    Espero no vuelvas a equivocarte.

                                     Fotografía: Ana Rosillo.

miércoles, 20 de enero de 2016

"Vencer al tiempo"



Me diste tu tiempo al darme vida.

Horas para enseñarme a leer

palabras con las que engarzaba
días de estrena, calendarios por recorrer.


Un tiempo que pasaba lento

si esperaba dejar atrás la niñez

que ahora tanto recuerdo.


El tiempo corría veloz

si llegaba tarde a casa.

Era lento para ti, que esperabas

Despierto.


No entendías que volaban
los minutos de mi hora feliz.

Luego me fui.

Te regalé un reloj para que midieras

el tiempo hasta mi vuelta a casa.

Pero ya nunca regresé

para quedarme.


Un día fui yo la que dio tiempo

a una vida que comenzaba.

Y tú añadiste horas al día

y kilómetros a la noche,

para cogerle en tus brazos.


El aburrimiento alarga el tiempo inútilmente.

Empezamos a perderlo, irremediablemente.

Hay que  buscar siempre
la mejor manera de matar el tiempo.


Un día custodié tu reloj.

Mientras tu tiempo estaba

en manos de otros.

El tiempo va lento
cuando esperas.


Has ganado un tiempo,

Te dijeron.

Pero la cuerda se agotaba.

No era un reloj de arena,

Volteable.


El tiempo es insufrible

cuando sientes dolor.


Me dijiste que acababa

tu tiempo entre nosotros.

Yo te dije que no hay

segundero en el corazón.


El tiempo es interminable

cuando sufres.

El tiempo muere

si estás triste.


Ahora tengo tu reloj

marcando el tiempo que

pasaré sin ti.

Tampoco puedo presentir

el que me queda por vivir.


Sólo sé que no es su tic tac

mi mejor banda sonora.

Ni el que marca mi manera

de sentir.


Y aunque no encontré

respuesta para un ¿por qué?,

hoy  agradezco, en hora,

los años que compartimos.

El tiempo es eterno si se ama.




jueves, 17 de septiembre de 2015

"Cuando me vaya"

Cuando me vaya, te darás cuenta,
del tiempo que perdimos en lamentos.
Cuando me vaya, querrás amarme,
como humo en el aire.
Amor, será tarde.


Cuando me vaya entenderás,
que éramos el uno para el otro,
el otro para el uno.
Pero ya no habrá forma de darse.

Que podríamos habernos amado,
en cada laberinto de la mente,
en cada realidad de la fantasía,
en cada recodo del deseo.

En aquel sueño hecho trizas.
En la caricia de la desilusión.
En la profundidad de las miradas
y en cada letra de este verso.

En cada beso que le di al aire,
en cada segundo que robé al tiempo.
En cada viento que hice palabra,
y en cada lágrima, sí, en cada lágrima.

Es tan sutil el susurro del destino, que,
de que realmente me amabas
sólo te darás cuenta, amor,
cuando me vaya.

Ana Rosillo
Granada, poema escrito entre junio y septiembre, pausado y saboreado, como el verano al despedirse.
Becqueriana, sí, como un otoño en desamor, porque amo el estío.